martes, 17 de julio de 2012
Aprender a vivir.
Otra alma que encontraba, una más que me acompañaba. Todo se tornó raro, todavía no encuentro la explicación, sé que está dentro mío, en algún rincón. Ya no le temo a esa sensación, porque deja amor, en mi corazón.
Tuve que empaparme de aflicción para descubrir qué necesitaba, necesité hundirme para renacer. Fue menester sentirme apartada, para aprender a crecer.
Cada palabra, cada gesto, despertaba un sentimiento honesto. Una sonrisa, iluminaba el lugar, encendía en el pecho una luz particular, ese sentimiento de plenitud, esa corazonada de saber que todo va a estar bien.
No podría explicarlo con palabras, expresarme total y libremente. Cada lector va a apuntar a su lado consciente.
Sólo yo comprendo lo que significa, y cuán importante es para mí. A veces pienso, indago, me pregunto una y mil veces ¿Qué haría si no puedo despertar? ¿Moriría, o sólo vería la verdad?
Aún así, me come una vez más, siempre termino vencida a sus pies. Ese miedo represor que parece haberse instalado en mí es el que me hace dar dos pasos hacía adelante, retroceder y no poder seguir.
¿Cuántos casilleros más voy a dejar vacíos? ¿Cuántas horas van a a seguir pasando, dejándome sin brillo?
No todo es tan malo, como parecería ser, mi vida no se basa en temer...
A través de mis sentidos supe aprender a valorar cada cosa a mi alrededor: El perfume de su piel, la mirada penetrante, escucharlo pronunciar mi nombre con esa sonrisa desafiante; sentir el calor de mis manos y las suyas, viajar con cada sonido que se presentaba, poder, por fin, decir que era todo lo que necesitaba, lograr, ésta vez, no arrepentirme de nada.
Pero... Esto no es una historia, ni una declaración de amor, sólo le escribo en forma de agradecimiento, por ayudarme a encontrarme a mí misma, dentro de un completo desierto.
Generó cosas impresionantes, y aún así, no me enamoré, me mostró la luz, y la disfruté. Será que siempre seguimos jugando al masoquista, y nos empeñamos en sufrir, será que la vida tiene algo mejor para mí...
Quizás es como dice Freud y siempre encontramos algo de placer en padecer.
Todavía son cosas que me cuesta entender, por el momento sé que me contagió su pasión por vivir, me inició hacía la felicidad, sin mentir y no dejo de agradecerle, también, por enseñarme siempre a ser fuerte y un poco indulgente.
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