martes, 21 de agosto de 2012

Un febrero diferente.

El primer amor, una playa; fuego, sin luz, tampoco toalla.
Arena, mar, frío, perfume de hombre, actitudes de asombre.
Un termo, reflejos, alejarnos del grupo (o morir en el intento)
Recuerdos, confesiones, el pelo suelto,
el ruido de ese mar, la temperatura ideal, el viento.
La calidez del tiempo, el vino tibio, 
el fino roce de nuestros labios fríos. 
Sin embargo, y sin tapujos, nos convertimos en amantes,
nada de apuros, la vehemencia se apropió de cada instante.
Admitiste jamás olvidarte de mí, era algo obvio,
me lo esperaba venir, no por alardear, era una situación peculiar.
A pesar de eso, confesé haber encontrado un apoyo especial,
nunca antes imaginado. Me coloqué en un lugar soñado.
Pasaron los días, fue una semana particular...
Cada caricia, cada melodía en tu guitarra interpretada, 
todo queda guardado en mi memoria, jamás lo voy a arrancar de mi alma.
No podría permitirme borrar de mí tu sonrisa,
tampoco tu miedo, tus ojos, tu prisa.
Desnudos, desciframos más de un enigma,
a la par encontramos la cura para mis heridas.
Imposible olvidar la forma de cada abrazo,
de cada camino que tomamos juntos, sin que me sueltes la mano.
Hoy no sé si te extraño o te recuerdo,
no sé si te vivo o te siento...
No estoy haciendo reminiscencia, 
la distancia no me impide que seas parte de mi esencia.
Tu recuerdo está acá todos los días,
será que nunca hubo una buena despedida.
Supe entender que no fue tu debut, sino el mío,
aprendí a hacer con amor, lo que antes intentaba llenar con pasión,
creció mi alma, a la par de tu corazón.
Lo fascinante es fusionar nuestra luz en una sola,
y, sin pretextos, dejarnos llevar por las olas...





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