Siempre que llega ese momento horrible en el que vuelve a aparecer alguién indeseable (esa persona que dejaste ir por tu bien, el suyo, o el bien común) suelo tomarme un momento para reflexionar...
Sé que todo pasa por algo, pero no le encuentro explicación a tanta maldad.
Si mi vida se basa en temer ¿Hacia dónde puedo escapar?
Si el problema soy yo, mi propio fantasma,
si donde quiera que vaya voy a tener ese dolor.
Supongo que es cuestión de tiempo,
hay que aprender a sentir el amor.
Si la moraleja me busca, me va a encontrar,
sentada esperando lo que me tiene que develar,
supongo que seguiré viviendo en el mismo lugar.
¿Abandonar, sin pelear? Nunca.
Sé que la verdad está, pero un tanto oculta.
La solución y el problema es la misma cuestión,
el miedo y la felicidad, tienen la misma dirección.
Los inconvenientes hacen interesante la vida,
todo sería más fácil si no se dificultara ver la salida.
Amar hasta que duelan los huesos,
hasta que todo parezca insignificante, en comparación...
¿Será el destino que me espera? Quizá, es la salvación.
Más allá, hay remedio, ya no tengo que pensarlo más;
por fin, creo que es momento de dejar de escapar.
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